Queridos amigos de mi comunidad de amantes de la Naturaleza:
Voy a contaros una historia. El archipiélago de St. Kilda se encuentra a 64 km de las Hébridas exteriores, en Escocia. Uno de los lugares más aislados del mundo, entre tormentas y los mayores acantilados del Reino Unido.
Estas islas salvajes destacan por sus colonias de aves marinas: una de las mayores colonias de alcatraces norteños (Morus bassanus), con 30.000 individuos, 49.000 parejas de Petrel de Leach (Oceanodroma leucorhoa). Pero también del 30% de la población británica de frailecillos (Fratercula arctica), con 136.000 parejas, o l 13% de la población británica de fulmar norteño (Fulmarus glacialis), 67.000 parejas. Antes de 1828, estos fulmares sólo criaban aquí dentro del Reino Unido
Este minúsculo y aislado archipiélago también tiene vertebrados terrestres endémicos. El ratón de campo de St. Kilda (Apodemus sylvaticus hirtensis) es subespecie del ratón de campo común. También el ratón doméstico de toda la vida desarrolló aquí su propia subespecie: Mus musculus muralis, posiblemente traído aquí por los vikingos, pero que no pudo sobrevivir a la evacuación de los humanos, extinguiéndose poco después.
Aún hay más. También hay en St. Kilda un ave endémica que no es marina: el chochín de St. Kilda (Trogodytes troglodytes hirtensis), subespecie del chochín europeo que se encuentra actualmente en todas las islas del archipiélago.
Podríamos pensar que, a pesar de la riqueza de su vida silvestre, se trata de un lugar difícil e inhóspito donde el ser humano no podría prosperar. Craso error. Durante seis mil años, este archipiélago estuvo habitado por el ser humano. Llegaron en el Neolítico y trajeron ovejas consigo.
Durante milenios, los kildenses vivían de sus ovejas, del cultivo de cebada y patatas y del consumo de aves marinas, de sus huevos y del uso de sus plumas. Estas islas les daban todo lo que necesitaban para vivir y sostenía una población que nunca superó las 300 personas. También durante milenios los isleños pudieron explotar estos recursos naturales sin exterminar ni una sola especie. La única excepción fue la última alca gigante del Reino Unido, cazada en Stac an Armin en julio de 1840. Pero fueron "coleccionistas" foráneos quienes lo hicieron. No los kildenses, que dieron ejemplo de cómo es posible vivir en un lugar difícil conservando los recursos naturales de los que dependían, sin destruirlos.
Todo cambió cuando entre 1870 y 1918 empiezan a llegar a las islas turistas (que compraban artículos de lana a los isleños) y los militares que establecieron una base en la Primera Guerra Mundial. Introdujeron el dinero y artículos que los isleños no habían visto nunca.
Les introducen un complejo de inferioridad. Les hacen creer que son "pobres y atrasados" por no manejar dinero ni poseer bienes materiales. Y los jóvenes empiezan a emigrar de las islas para no volver jamás y sumergirse en el materialismo capitalista que los estaba seduciendo
Hasta que los últimos 36 habitantes arrojan la toalla y deciden en asamblea abandonar el que había sido su hogar durante generaciones. La Naturaleza, el aislamiento y el capitalismo materialista consiguen acabar con una forma de vida duradera y sostenible. El 29 de agosto de 1930, el barco Harebell evacúa a estos últimos testigos de toda una forma de vida. Pero dejaron un tesoro detrás de ellos: sus ovejas.
Cuando los humanos llegaron a estas remotas islas en el Neolítico, trajeron con ellas ovejas. Ovejas genéticamente muy cercanas a los muflones neolíticos que dieron origen al ganado ovino. En 1930 abandonan a sus descendientes: las ovejas Soay y Boreray, asilvestradas
La oveja Soay es un tesoro genético: desciende de esas primeras ovejas neolíticas. Parte de esas ovejas se introdujeron en la isla de Hirta donde los científicos no intervienen y las usan para estudiar cómo su población colapsa y se regenera en función de la capacidad de carga.
Por su parte, la oveja Boreray es muy escasa. Fueron retiradas de Hirta y sustituidas por las Soay y sobreviven sólo en Boreray y en otros lugares del Reino Unido donde se explota su lana y su carne, y para pastoreo regenerativo dada su cercanía al muflón silvestre.
Hoy día el archipiélago pertenece al National Trust of Scotland y Patrimonio de la Humanidad. Sólo científicos tienen permiso para acceder a él. Su historia nos pone en guardia contra los peligros del materialismo y el consumismo, que todo lo tritura y lo destroza. Hoy día esto sigue sucediendo en las comunidades de pueblos aborígenes no contactados, que jamás han necesitado del Estado occidental para vivir, y cuyas culturas son corrompidas y trituradas en cuanto se les introduce el dinero y el materialismo.
Para reflexionar.
Aparte de esto, como siempre, aquí tenéis el resumen de publicaciones para los suscriptores de mi comunidad divulgativa de Patreon:
Cuando los animales eran juzgados y excomulgados
Hortobágy: la fauna de la estepa húmeda europea
Esta tierra es mía: territorio y territorialidad
¡Un abrazo!
Eugenio
No conocía la historia de este archipiélago y de sus ovejas neolíticas.
Muy interesante, como siempre.